La central nuclear de Almaraz II registró ayer la «parada no programada» del reactor debido a la presencia de «altas temperaturas» en el cojinete inferior de una de las bombas principales de refrigeración del reactor.
La parada no programada se ha realizado como «medida preventiva, y antes de que se alcance el valor de consigna que conlleva una parada automática del reactor», por lo que el titular «ha decidido parar ordenadamente la planta, para lo cual ha ido reduciendo carga hasta desacoplarse de la red».
Explica que los sistemas de seguridad «han actuado correctamente» y la planta se encuentra «parada», según informa la central nuclear de Almaraz en nota de prensa.
Añade que este suceso «no ha supuesto riesgo para las personas ni para el medio ambiente» y se clasifica de forma preliminar como «nivel 0» en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES).
El titular de la central nuclear de Almaraz II ya ha comunicado al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) este suceso, siguiendo el procedimiento reglamentario.
Ayer la planta se encontraba desacoplada de la Red, con todos sus parámetros estables, según la nota de la central.
Los ecologistas denuncian
Por otro lado, Ecologistas en Acción de Extremadura denunció ayer que las unidades I y II de la Central Nuclear de Almaraz «siempre» han presentado un problema de refrigeración debido a que el río Tajo «no tiene el caudal suficiente para garantizar el enfriamiento del núcleo en caso de accidente».
Así lo manifiesta en una nota después de que la CNA II haya comunicado al Consejo de Seguridad Nuclear la parada no programada del reactor por la presencia de «altas temperaturas» en el cojinete inferior de una de las bombas principales de refrigeración del reactor. La asociación ecologista señala que la forma de solucionar este problema era bajar potencia cuando descendía el caudal del Tajo, hasta que se instalaron irrigadores para disminuir la temperatura ambiente.
Añade que también fue necesario cambiar los seis generadores de vapor de las dos centrales hace ahora 13 años, con un coste entonces de unos 60.000 millones de pesetas, «que repercutieron en el recibo de la electricidad». Según asegura, entonces se garantizó que los generadores nuevos no presentarían los mismos fenómenos de corrosión que los antiguos «y que se había resuelto el problema», pero «la realidad es tozuda y muestra, una y otra vez, que existen multitud de factores en torno a la energía nuclear que no se conocen a la perfección».
En concreto, afirma que los nuevos generadores de vapor presentan ya problemas de corrosión y agrietamiento, «lo que no ha impedido que el CSN permitiera la ampliación de potencia y la prolongación de la vida de la central».
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