¡Ánimo y a las trincheras!
Compartimos con todas vosotras, las reflexiones que que nuestro compañero Pedro Tena nos ha hecho llegar tras la manifestación del miércoles 29 de enero, en Don Benito:
Lo ocurrido hoy en las puertas de FEVAL pone de manifiesto que las cosas tienen que cambiar, y mucho, en el campo extremeño. Como miembro de una OPFH y militante de un sindicato agrario me atrevo, con toda la humildad de un simple socio, ha hacer una serie de reflexiones:
1º. Los sindicatos agrarios tradicionales (OPAs) tienen una grave crisis de representatividad. Se han visto sobrepasados porque no han sabido leer el nivel de hartazgo del sector. Llevamos muchos años soportando unos precios abusivos sin que de las mesas de negociación con los sucesivos gobiernos hayan dado resultado. Llegan tarde al problema y no tienen ninguna solución. Mientras, muchas explotaciones familiares están cerrando, miles de has de frutales arrancándose y la mayor parte de los agricultores están descapitalizados o en manos de los bancos. No hay alternativas de cultivos viables a día de hoy, o la reconversión no está al alcance de todos los bolsillos.
La desconexión entre los representantes sindicales y los problemas reales de los productores se ha evidenciado hoy, hasta el punto de que no han sido capaces de bajar a la misma calle que pisábamos el resto de los mortales.
2º. El mismo grado de inoperancia que los sindicatos están alcanzando las OPFH. En mi humilde parecer una OPFH está para algo más que gestionar los Programas Operativos. Durante años nos hemos sentado con la industria y acatado los precios que nos imponen sin rechistar, como un mal divino que tenemos que soportar. No hemos sido (las OPFH, entiéndase) capaces de trasladar al precio final al agricultor la progresiva escalada de los costes de producción. No hemos forzado los mecanismos de intervención de mercados para la destrucción de cosechas cuando los precios no cubren los costes de producción. En ocasiones hemos permitido que algunas industrias formen parte de las propias OPFH mediante subterfugios legales convirtiendo a los agricultores en productores cautivos de la industria. No somos capaces de obligar a nuestros pagadores a cumplir la Ley de Morosidad, que obliga al pago a 30 días de productos perecederos, o 60 días en caso de no perecederos, cargando indirectamente con los costes financieros de la industria.
3º como consecuencia de lo anterior, tenemos que repensar cómo y quién defiende nuestros intereses de ahora en adelante. Está mucho en juego: el futuro del medio rural, nuestro futuro profesional, la economía de nuestras familias, en definiva, el derecho a vivir dignamente de nuestro trabajo en el lugar que hemos decidido.
4º. Los que no han cambiado son nuestros "enemigos": la industria transformafora, la gran distribución, los intermediarios voraces, los procesos de integración empresarial que hacen que quien te vende los insumos y quién te compra el producto sean los mismos... Curiosamente todos ellos reciben el beneplácito de las administraciones, reciben ayudas públicas y se presentan ante la sociedad como los creadores de empleo y riqueza. Teniendo esto claro,
" Ánimo y a las trincheras, la guerra será larga pero nos va la vida en ello".
1º. Los sindicatos agrarios tradicionales (OPAs) tienen una grave crisis de representatividad. Se han visto sobrepasados porque no han sabido leer el nivel de hartazgo del sector. Llevamos muchos años soportando unos precios abusivos sin que de las mesas de negociación con los sucesivos gobiernos hayan dado resultado. Llegan tarde al problema y no tienen ninguna solución. Mientras, muchas explotaciones familiares están cerrando, miles de has de frutales arrancándose y la mayor parte de los agricultores están descapitalizados o en manos de los bancos. No hay alternativas de cultivos viables a día de hoy, o la reconversión no está al alcance de todos los bolsillos.
La desconexión entre los representantes sindicales y los problemas reales de los productores se ha evidenciado hoy, hasta el punto de que no han sido capaces de bajar a la misma calle que pisábamos el resto de los mortales.
2º. El mismo grado de inoperancia que los sindicatos están alcanzando las OPFH. En mi humilde parecer una OPFH está para algo más que gestionar los Programas Operativos. Durante años nos hemos sentado con la industria y acatado los precios que nos imponen sin rechistar, como un mal divino que tenemos que soportar. No hemos sido (las OPFH, entiéndase) capaces de trasladar al precio final al agricultor la progresiva escalada de los costes de producción. No hemos forzado los mecanismos de intervención de mercados para la destrucción de cosechas cuando los precios no cubren los costes de producción. En ocasiones hemos permitido que algunas industrias formen parte de las propias OPFH mediante subterfugios legales convirtiendo a los agricultores en productores cautivos de la industria. No somos capaces de obligar a nuestros pagadores a cumplir la Ley de Morosidad, que obliga al pago a 30 días de productos perecederos, o 60 días en caso de no perecederos, cargando indirectamente con los costes financieros de la industria.
3º como consecuencia de lo anterior, tenemos que repensar cómo y quién defiende nuestros intereses de ahora en adelante. Está mucho en juego: el futuro del medio rural, nuestro futuro profesional, la economía de nuestras familias, en definiva, el derecho a vivir dignamente de nuestro trabajo en el lugar que hemos decidido.
4º. Los que no han cambiado son nuestros "enemigos": la industria transformafora, la gran distribución, los intermediarios voraces, los procesos de integración empresarial que hacen que quien te vende los insumos y quién te compra el producto sean los mismos... Curiosamente todos ellos reciben el beneplácito de las administraciones, reciben ayudas públicas y se presentan ante la sociedad como los creadores de empleo y riqueza. Teniendo esto claro,
" Ánimo y a las trincheras, la guerra será larga pero nos va la vida en ello".
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